¡Si te pica, te rascas!
El depredador se acerca, sigiloso. Ha encontrado a su presa, y no piensa dejarla escapar. Se oculta bien, el humano no lo ha visto, duerme tranquilo y no podría ni imaginarse cuál va a ser su destino. Cuidado, el depredador ha pasado muy cerca de un oído y ha captado la atención de su presa.